En tus labios se leía el temblor codicioso del empeño,
Tus manos sonreían y suave deslizabas tu aliento...
La tarde se acicala para echar a andar en vientos
y tu pelo se enamora de mi pelo...
Se pelean nuestras bocas con recelo
por tener para ellas los labios que tanto ardieron.
Por tus senos queman las yemas de mis dedos,
y electrocuta mi lengua cada rincón de tu cuerpo
Se entrelazan los “te quieros” y los “cuanto te deseo”,
y la tarde zarpa, parte envuelta en versos
mientras la piel busca piel y los besos, besos.
Olé
ResponderEliminar