Hasta el pecado, amor, tiembla de pena
cuando bajas las caderas del delito
cuando arrancas de tu piel sudor y gritos
y nacen los gemidos y lloran las sirenas.
Hasta la gula, amor, muere de ganas
cuando cruzas tu mirada con mis ojos
cuando atrapas de azul cualquier antojo
y nacen los momentos y mueren las persianas.
Y hasta el barro de los pies del condenado,
enseña, amor, al desdichado,
que no hay nada en ti que sea pecado.
Y hasta el vino de la copa del dolido,
enseña, amor, al afligido,
que no hay nada en ti que esté vedado.
(texto y foto Carlos Martínez)
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